Vuelvo a casa, son más de las 10 de la noche, es el 13 de noviembre y
todavía no hace frío. Así no es como recordaba Nunca Jamás, a estas alturas ya
tenía que estar con el chaquetón y todavía voy con la cazadora vaquera. No me
quejo, pero espero no pelarme de frío en mayo.
Veo que ya han empezado a poner las luces de Navidad. Desde luego hay
crisis para lo que queremos: se recorta en servicios sociales, en educación y
en salud; pero la Navidad
no se toca. Ni eso ni el fútbol, opio para el pueblo. Muchas tiendas del barrio
han cerrado, por el contrario han abierto muchas otras en el centro, y siempre
tienen gente. El otro día el INEM también estaba lleno, la mayoría eran
inmigrantes. Por suerte ya he encontrado trabajo, algo temporal, aunque cuando
acabe seguramente me seguirán llamando para otras sustituciones. Evidentemente
lo conseguí por mi cuenta, el servicio de empleo no tuvo nada que ver. Aún así
seguiré buscando algo “mejor”, sin saber qué.
Estoy yendo mucho al cine: un festival de cortos (de la sesión que vi
no me gustó ninguno), un homenaje a Le
voyage Dans la lune (mágica) y su correspondiente revisión con El viaje extraordinario (muy
interesante); un pase especial de The
Beginners (una historia muy especial
contada de forma más especial aún, fantástica); en versión original La vie d’Adèle (extremadamente íntima,
conmovedora y estremecedora); una de cine solidario con 5 cámaras rotas (el conflicto Israel-Palestina me absorbe) y de un
ciclo dedicado a Bertolucci, para mi alegría también en versión original, The Dreamers (que atrapa por su culto al
cine y la música, pero nada más).
La lectura la llevo más atrasada. Después de Capire Israele in 60 giorni (e anche meno) (en la versión española Una judía americana perdida en Israel)
de Sarah Guidden; un cómic autobiográfico y muy subjetivo a la vez que
emocional sobre el conflicto Israel-Palestina (otra vez); estoy ahora
terminando Por favor, Mátame. La historia
oral del punk que recoge las declaraciones de quienes vivieron el
nacimiento de esta revolución cultural y musical desde los años 60 en Estados
Unidos (Andy Warhol, Velvet Underground, Iggi Pop…) y de quienes la encumbraron
más adelante allí y en Inglaterra (Television, Ramones, Sex Pistols…), además
de todos los personajes que rodearon el movimiento; que me está encantando,
pero voy despacito para no perderme nada entre tantos nombres. También he
vuelto a mis álbumes ilustrados: La
piedra azul de Jimmy Liao, El circo
mágico de Philippe Lechermeier y Sacha Poliakova, Besos que fueron y no fueron de David Aceituno y Roger Olmos, y Ensueños, también de Aceituno, y Conrad
Roset. Tengo alguno más todavía por leer, tiempo al tiempo.
Me gustaría ir a algún concierto. Quisiera tener más ganas de salir,
de ir a los bares que echaba de menos, de tomarme una copa y bailotear
despreocupadamente. Todavía no lo he conseguido, ninguna de las dos cosas. Me
da pereza llamar a la gente.
Lo que más hago es pensar, sin llegar a ninguna conclusión: ¿soy feliz
aquí?, ¿qué había allí que me hacía feliz?, ¿tengo lo que quiero?, ¿puedo
conseguir más?, ¿alguien se da cuenta de que en este tiempo he cambiado?,
¿puedo ajustar mi nuevo yo a mi vieja vida?, ¿debería construir algo nuevo?
Quiero un abrazo y no quiero dormir más sola.
Nunca jamás tiene buena pinta, si te permite hacer todo eso (incluso leer).
ResponderEliminarSí, siempre estamos construyendo cosas nuevas. Nuevas miradas, cada día y en cada amanecer.
Mucha suerte!
Nunca Jamás esconde muchos más secretos de los que parece, pero carece de muchas cosas de las que yo disfrutaba. De todas formas, me repito: no me quejo.
EliminarGracias.