27/8/13

Lituania




¿Se acuerdan de aquella aspirante a Miss España que hizo el ridículo televisado cuando le preguntaron que sabía de Rusia hace ya varios años? Bueno, pues si el embajador llega a ser el de Lituania la pobre chica seguramente no habría acertado ni a decir que allí vive gente maravillosa. No quiero insinuar nada más que el desconocimiento general sobre este país, y tampoco voy a esconder que yo no sabía nada de él hasta que tuve una amiga lituana; de hecho pocas personas he encontrado que supieran que la capital es Vilna y hay quien no se acuerda si quiera de Sabonis.

La cosa que más me ha fascinado de Lituania es la cocina, y el adjetivo que mejor la describe es, sin duda, “imaginativa”. Porque otra cosa no, pero hay que ser muy creativo para hacer tantos platos diferentes con un único ingrediente: la patata. Yo creía que con las patatas fritas, al horno, cocidas y en puré ya era suficiente variedad, pues no. Esta gente hace salchichas de patata, morcilla de patata, croquetas de patata, crepes de patata… Prácticamente estuve comiendo este tubérculo durante 4 días seguidos y nunca repetí plato.
También he podido comprobar algo que siempre me decía mi amiga sobre la simpatía de los camareros (aunque ella lo extiende a todo personal de servicios). Mi teoría es que se paga como suplemento aparte, y con eso lo digo todo. Evidentemente hubo excepciones, pero de esas que cumplen la regla.
Otra curiosidad es la cantidad de iglesias que hay, sin ser un país especialmente religioso, y la variedad de ritos. Aunque la mayoría  son católicas, no hay que matarse para encontrarlas de otro tipo, especialmente ortodoxas y protestantes.
En mi TOP 5 de turismo lituano:
1.  Darse un paseíto por la República Independiente de Uzupis en Vilna y leer su curiosa constitución (disponible en varias lenguas, pero aún no en español) que tiene artículos fantásticos como: “Todos tenemos derecho a morir, pero no es obligatorio”, “Los gatos no están obligados a querer a sus dueños, pero tienen que ser de ayuda cuando sea necesario”, “Nadie puede compartir aquello que no posee”.
2.  Recorrer el istmo de Curlandia en bicicleta, subir a las dunas sin dejarse las piernas en el intento, tomar aliento en las playas de arena blanca y agua gris plomo (con baño en el Báltico incluido), y comer un buen pescado a la brasa acompañado de una cerveza local (alus) para terminar el día.
3.   Probar la sopa fría de remolacha (saltivarscia) porque comer comida rosa es un punto, y las empanadillas tradicionales de mil rellenos (kibinai).
4.  Darse otro paseíto por Literatu Gatve, también en Vilna, y hacer fotos a todas y cada una de las obras expuestas en las paredes de la calle donadas por artistas lituanos.
5.  Tomar un delicioso y económico café acompañado de una tarta de queso y caramelo en uno de los monísimos “Coffe inn”, el Starbucks lituano, mientras se escriben postales a familiares y amigos maravillosamente ilustradas por Sigute Ach.
Yo no lo hice, pero estoy segura que Lituania se presta para un “road-trip” en toda regla.





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