El invierno de 2012 fue fantástico: un montón
de días frescos y soleados que hicieron que me enamorase un poquito de esta
ciudad, y es que pude dar tantísimos paseos en el centro sin sufrir ni las
hordas de turistas, ni el calor mortal que va de mayo a octubre; a parte de lo
increíble que fue poder correr siempre en el parque sin morir en el intento, no
como me pasaba en Nunca Jamás (mi ciudad natal, caracterizada por inviernos muy
fríos, primaveras frías, veranos de un mes, otoños frío y una estación continua
de lluvia).
El invierno de 2013 está siendo el horror, prácticamente
no ha parado de llover desde noviembre, y ya estoy más que harta. Siento como
si me hubiesen tomado el pelo el año pasado, y no paro de pensar: “para esto
mejor me quedaba donde estaba”. Porque esta ciudad bajo la lluvia es fea,
asquerosa e incómoda. Es fea porque el gris del cielo no combina nada bien con
lo sucio de las calles, y en las calles hay mucha suciedad. Es asquerosa porque
la polución hace que el agua de lluvia no sea ni incolora ni inodora, sino todo lo
contrario. Es incómoda porque la ciudad no está preparada para este fenómeno
meteorológico (en realidad no lo está para ninguno, pero bueno), así que el
trasporte público funciona todavía peor de lo normal (fue aquí donde se inventó
eso de “más peor”, sólo decir que el metro se inunda cada dos por tres) y
porque el tráfico es “mucho más peor”.
Y lo que más me jode es que después de todo un
año matándome para mejorar mis tiempos (hablo como si fuese una profesional, ya
ves), ahora sería incapaz de correr 20 minutos seguidos a un ritmo decente; y
es deprimente pensar que tengo que volver a empezar, en cuanto lo hago se me
quitan las ganas de salir a correr. (Nota aclaratoria: sólo corro en el parque
y no en pista o en la calle como todo hijo de vecino porque “el impacto con una
superficie con tan poca capacidad de absorción” me destroza literalmente los músculos
de las piernas y la espalada, la típica historia de “La princesa y el guisante”).
Así que en este momento uno de mis mayores deseos es que el hombre del tiempo
se equivoque y que mañana no llueva, ni pasado ni al otro; y que ese parque que el año pasado me dio
tantos buenos momentos deje de ser un barrizal para convertirse en una pista de
cross.
Pero eso no es todo, lo peor está aún por
llegar: el calor tropical de 40 grados a la sombra que no bajan ni por la
noche. Y es que estoy absolutamente convencida que en el momento que ya no
llueva más (que tarde o temprano llegará, digo yo), va a llegar el verano de
golpe, y nos vamos a quitar el chubasquero (que palabra tan estupenda,
chu-bas-que-ro) para ponernos directamente los pantalones cortos y las
sandalias.
Y aunque pueda parecer que nunca estoy
contenta, no es verdad, ¡yo quiero que sea siempre invierno de 2012!
Jajaja :)
ResponderEliminarPues yo estoy más que contenta con tanta lluvia, pero claro, yo no salgo a correr. Lo que no quiero que llegue es el verano... apuf. u.u' xD
En fin, no puede llover eternamente... xD
Me da envida la gente que sabe apreciar la lluvia ;)
Eliminar