Soy una consumidora compulsiva de series, de
esas que hacen verdaderos maratones porque son incapaces quedarse con la duda
de lo que pasará en el capítulo siguiente. Ahora mismo, esto es una cosa
bastante normal. Pero yo lo soy desde mi más tierna infancia: me ponía nerviosa
esperando al día siguiente para ver otro capítulo de V, McGiver, Cosas de casa o lo que fuese.
En general, veo muchas más series americanas
que españolas, porque éstas me parecen un “quiero y no puedo” de aquéllas (ojo,
nota aclaratoria, no pienso lo mismo del cine español, que me encanta). Pero
esto no siempre fue así.
En la cumbre de mis series favoritas está Hostal Royal Manzanares, me declaro fans
absoluta de Lina Morgan y de toda su obra. También me gustaban Farmacia de Guardia, y a quién no; Lleno, por favor, Alfredo Landa es muy
genio; o ¿Quién da la vez?, José
Sacristán es otro genio; entre otras.
Y es que creo que estas series sí reflejaban
la sociedad, la cultura y la forma de pensar de nuestro país, y no tenían
pretensiones de imitar a nadie.
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